Repensar la Pirámide de Maslow desde la Neurodivergencia: Otra Forma de Priorizar las Necesidades
💭 ¿Y si la pirámide de necesidades estuviera al revés?
La famosa pirámide de Maslow describe nuestras necesidades humanas en un orden jerárquico: primero lo básico (como dormir o comer) y, solo después, necesidades más abstractas como la pertenencia o la autorrealización. Pero ¿qué pasa cuando ese orden no refleja cómo algunas personas realmente viven su bienestar?
Esto ocurre con muchas personas neurodivergentes —como quienes tienen TDAH, autismo, dislexia o dispraxia—, para quienes las necesidades no siempre se presentan de manera secuencial o ascendente.
🧠 Un modelo que no se adapta a todas las mentes
Maslow asumía que antes de buscar sentido o conexión, debíamos satisfacer nuestras necesidades físicas o de seguridad. Sin embargo, muchas personas neurodivergentes experimentan lo contrario: pueden sentir una urgencia profunda por encontrar propósito, reconocimiento o pertenencia, incluso cuando aspectos básicos de su autocuidado están desorganizados.
Por ejemplo, alguien con TDAH puede quedar atrapado en una hiperfijación creativa, posponiendo el sueño o las comidas. O una persona autista puede no sentirse capaz de relajarse o comer si no se siente comprendida o segura en su entorno. Lo social, lo identitario y lo expresivo pueden ser necesidades prioritarias, no finales.
🔍 Alternativas teóricas más inclusivas
El modelo ERG de Clayton Alderfer propone tres grandes grupos de necesidades —Existencia, Relación y Crecimiento— que no siguen un orden rígido. A diferencia de Maslow, esta teoría permite que una persona busque la creatividad o la conexión interpersonal incluso si sus necesidades materiales no están completamente resueltas.
Este enfoque se ajusta mejor a la experiencia neurodivergente, reconociendo que la autorrealización, el reconocimiento o la validación pueden ser motores fundamentales del bienestar, no metas distantes.
🌱 Hacia entornos que reconozcan la diversidad
Este cambio de perspectiva tiene implicancias concretas para entornos educativos, laborales y de salud. Insistir en que primero se debe "ordenar lo básico" puede invisibilizar necesidades emocionales o cognitivas urgentes. En cambio, al aceptar que cada persona tiene su propia jerarquía (o que esa jerarquía cambia con el contexto), podemos crear apoyos más efectivos, humanos y respetuosos.
✨ Conclusión: no hay un solo camino hacia el bienestar
Para muchas personas neurodivergentes, la autorrealización, la autoexpresión o el sentido de pertenencia no son lujos que vienen después, sino condiciones necesarias para poder atender incluso lo más básico. Aceptar esta diversidad de prioridades es esencial para construir una sociedad verdaderamente inclusiva, donde el bienestar no se mida con una sola vara.
